Orgulloso de su sello medieval, lejos del bullicio citadino y con el nombre de Monet como signo distintivo, Giverny es la sinfonía mesurada de los colores, de la tranquilidad y sin dudas, del impresionismo. Es la primera señal de tributo a una de las corrientes pictóricas más atractivas y que llevó al maestro Monet a instalar en 1883 su residencia y jardines en Giverny, para luego arrastrar a Renoir, Sisley, Pissarro y otros.A 80 kilómetros de París, con sus 523 habitantes, el hermoso pueblito de Alta Normandía brilla como joya suspendida en el tiempo.
En sus célebres jardines, están los nenúfares, las plantas acuáticas con flores que de forma multidimensional describió el maestro al óleo en inmensos paneles de 219 x 602 centímetros, exhibidos actualmente en el Museo de la Orangerie de París.
Son las ninfeas, como se les denomina en francés y también en la lengua de la botánica, para llamar así a los nenúfares blancos. Son también las metáforas de aguas-estanques y riachuelos-, del puente japones; la parsimonia de las plantas; las casas de piedra y el privilegio de escuchar el canto de los pájaros, sin darles la espalda al mundo del siglo XXI.
El recorrido por la casa y los jardines tiene la virtud de dotar al visitante de una paz espiritual relajante. La residencia en el campo tiene poco que ver con el lujo y la ostentación. Es espaciosa y no podía serlo menos su sala, cuando se sabe que el hombre era bastante amistoso. Pueden imaginarse las comelonas en otro recinto amplio siempre con vista al estupendo jardín. Finalmente, la cocina, con todo lo necesario para servir una buena mesa y el detalle de la claridad y los colores suaves y vivos como el amarillo y el azul celeste que adornan el lugar.
En la salida, que sirve a su vez de entrada, los turistas parecen fascinados con la enorme gama de souvenirs que ofrece la tienda. Hay cuadros en las paredes, casi todos copias a la venta, y los más disímiles objetos relacionados con el impresionismo.Era un antiguo granero transformado en atelier de Monet. Un gran espacio, con pocos muebles y mucha luz. Tenía una historia de amor apasionado con la naturaleza.Afuera, el aire que se respira, además de la pureza del campo, está inundado de artes plásticas. Sin anuncios publicitarios agresivos, en esa cuerda distendida, Giverny nos acerca a pintores contemporáneos que vinieron a instalarse aquí ahora, con sus pequeños talleres.
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